viernes, 15 de mayo de 2015

CRIMEN...

Es un crimen.

Es un crimen abominable.

Ninguna droga, embrujo, amarre o sello satánico debería restringir tus ganas.

Las tuyas, tus ganas, tu forma de hacer disfrutable y mórbido el deseo son una de las mejores cosas que he conocido en el mundo. Instalar un dique, una contención artificial, es terrible.

Nada debería evitar la cosquilla en tu vientre, nadie debería cercenar el vértigo entre tus piernas. Debería ser ilegal que algo coarte la hinchazón de tus tetas y el rubor de tu pecho. Estoy absolutamente convencido que ningún mundo donde tu coño no vibre al ritmo de tu deseo no es un mundo digno de ser vivido, es una versión del mundo acre y ridícula.
Que diagnostiquen que tu deseo debe ser domesticado es comparable con los crímenes de lesa humanidad, es tan grave como prohibir los dulces para los niños o el porno para los geeks.

Antes deberían cimbrarse los gobiernos corruptos, las instituciones fariseas y los abogados del diablo deberían ser llamados a juicio; antes de que tu entrepierna abandone su voracidad el mundo debería ser reescrito y el capítulo inicial tendría la obligación de hablar sobre la virtud obscena del deseo que habita entre tus caderas. Ese, ese es el mundo donde quiero vivir.